Mensaje de Bienvenida

¡Hola a todos!

Iniciamos esta nueva aventura acompañados de dos grandes amigas que iremos conociendo a lo largo del curso. ¿Os las presento?. Son Lengua y Literatura. Lo primero que haremos, además de aprender muchas cosas, es personificarlas.
¿ Recordáis lo que era una personificación?...

20 noviembre 2012

Somos escritores románticos 4º ESO







¡Hola a mi alumnado!  


El viaje al Romanticismo llega
a su fin. Nos bajamos en la siguiente estación. Espero que hayáis tenido un viaje apasionante. Habéis descubierto autores nuevos, temática, formas y obras. Habéis sido libres con Espronceda en su barco, apasionados con las Rimas de Bécquer, paseado por ruinas, calles solitarias y cementerios en noches de luna con Don Juan Tenorio...

Literatura nos ha dejado este vídeo para recordar todo lo que hemos aprendido






 Queda ahora demostrar vuestros conocimientos. En clase, Literatura nos adentró en el mundo del Romanticismo a través de ese fantástico viaje. ( Buscar entrada: El viaje al Romanticismo en Etiquetas y en Literatura. Romanticismo s.XIX). Ya sabéis que tendréis que presentar las tareas fijadas sobre los contenidos de los vídeos en fecha señalada.






En esta entrada, seréis escritores de un cuento o relato romántico
según las características de este movimiento. Pensad en un tema y en unos personajes apasionados o arrastrados por destinos fatales, utilizar una ambientación adecuada: ruinas, tormentas, iglesias, parajes solitarios, noches de luna llena, cementerios, tormentas, etc...y dejad libre vuestra imaginación....

Esperamos vuestros relatos...





Un amor imposible.

Sola en su habitación. Nora se retiraba allí la mayor parte del tiempo. Se encontraba como siempre, triste y desilusionada. Veía que el día de la boda se acercaba y no podía hacer nada para evitarlo.
Sus padres la habían comprometido cuando ella no tenía ni diez años. Eso era típico en la sociedad musulmana. Sin embargo ella estaba enamorada de otro joven de su mismo pueblo, Tariq.
Tariq y Nora siempre se habían gustado y desde hacía unos años se amaban en secreto.
Tariq no podía soportar el hecho de que su amada fuese de otro. Ambos idearon un plan, cuando todos estuvieran durmiendo se escaparían lejos y no volverían jamás.
La noche se acercaba. Nora estaba nerviosa. Habían quedado en la entrada del cementerio y allí  estaba esperando Tariq.
Llovía bastante, el agua caía y lo calaba hasta los huesos.Todo estaba en silencio y daba miedo el sonido del viento al chocar con los árboles. De pronto comenzó a levantarse una inmensa niebla que no dejaba ver más allá de un metro. Se oían unos pasos subiendo la carretera del cementerio.Tariq se levantó y se dispuso a encontrarse con su amada. Su semblante cambió, de repente vislumbró la figura de un caballero.Su desilusión aumentó por momentos, cuando reconoció al padre de Nora.Tariq intentó esconderse, pero el padre ya lo había descubierto. Se dirigió a Tariq y lo amenazó si no dejaba en paz a su hija. El padre se marchó sin demora.
Tariq se quedó boquiabierto no sabía como reaccionar. Se volvió a sentar en el suelo y dejó que el agua se siguiera mezclando con las lágrimas que empezaron a salir de sus ojos. Pero este horrible momento tardó poco en pasar, ya que casi como un milagro, Nora se presentó al lado suyo. Después de un abrazo interminable, ella le contó que su padre la había descubierto y cuando él salió al reencuentro de Tariq, ella logró escapar.
Pero finalmente los dos acabaron con su vida, ya que no pudieron cumplir su amor.
Ángela de Pradas Rojano 4º A


     El cuervo blanco

Cuenta la leyenda que hace algún tiempo había dos galanes hermanos cuya habilidad con la espada sólo era superada por su habilidad de encandilar a las mujeres. Ambos eran famosos por haber derrotado a los mejores espadachines y haber enamorado a las más bellas mujeres. Arrogantes, valientes, irreligiosos, astutos, mujeriegos, precisos, impulsivos e imparables eran como la gente del lugar los describían, mas todos se quedaban cortos ya que los dos hermanos siempre iban más allá de lo que la gente se podía imaginar.

Como los fantasmas a estas dos personas sólo les gustaba visitar los peores lugares durante las noches más terroríficas. Solían deambular por los cementerios, las catedrales en ruinas y les gustaba ir a lo más profundo de los bosques, donde se podían oír a los muertos levantarse y gritar de dolor a los inocentes que se los encontraban, donde había una niebla tan espesa que asfixiaba, donde la oscuridad era tan profunda que la gente se creía ciega, donde se podía ir pero nunca volver.

Sin embargo de este lugar ellos eran los dueños. Donde la demás gente preferiría morir antes de pisar el suelo, ellos paseaban sin temor y no les aterrorizaban los monstruos que pudieran aparecer, a los monstruos les atemorizaba que aparecieran los hermanos.

Pero aunque sus corazones eran más fríos que el hielo, ambos quedaron prendados de una hermosa muchacha llamada Anabel.

La primera vez que se vieron entre ellos fue cuando los hermanos volvían de batirse en duelo, al volver a la ciudad no pudieron evitar fijarse en una mujer que estaba asomada al balcón, su singular belleza los atrajo y ambos se apostaron a ser el primero en conquistarla. Sin embargo su belleza era su cualidad menos notable, pues todo lo que los hermanos tenían de malo, ella tenía de bueno, su pureza y bondad era tal que ninguno de los dos logró embelesarla, sino todo lo contrario.

Por primera vez ninguno de los dos había logrado conquistar a una mujer que se habían propuesto y esto provocó que se quedaran totalmente fascinados con ella, llegando a enamorarse perdidamente. Pero ella había oído la reputación que tenían los hermanos y no estaba dispuesta a quedar con ninguno.

A pesar de esto los hermanos no dejaron de persistir en su empeño, ante tal situación a Anabel sólo se le ocurrió una cosa.

Una noche los reunió a los dos y les propuso que se casaría con quien demostrara que realmente estaba enamorado de ella y la prueba era conseguir capturar un animal para ella, pero no se trataba de un simple animal, se trataba de un cuervo blanco, un animal que toda la gente sabía que estaba extinguido.

Lo hermanos le pidieron que eligiera otra prueba, pues también sabían que era imposible encontrar un animal que no existía, sin embargo Anabel mantuvo que esa era la única forma de que ella se casara con uno de ellos.

Así pues ambos hermanos se separaron y buscaron cada uno por sus propios medios al cuervo blanco. Después de haber recorrido infinidad de lugares, haber buscado entre ruinas, mazmorras, bosques, castillos, monasterios,… Decidieron que era inútil seguir buscando, así que cada uno cogió un cuervo y lo pintó de blanco a la perfección.

Aunque el cuervo parecía que realmente tenía ese plumaje, ninguno consiguió engañarla. Entonces ambos hermanos se reunieron, por primera vez después de un año, y se contaron todo lo que habían realizado en ese tiempo. Después fueron a ver a Anabel y le rogaron que cambiara la prueba, pues era imposible encontrar un cuervo blanco, mas Anabel juró que eso no era verdad y sí se podía encontrar uno. Tras esta afirmación los hermanos quedaron convencidos de que era posible, pues lo había jurado Anabel y eso era suficiente prueba para ellos. Se despidieron y cada uno reemprendió su búsqueda.

Fue pasando el tiempo, pero ninguno encontró el cuervo, aun así los dos se mantuvieron fieles a Anabel, poco a poco se fueron arrepintiendo de las fechorías que habían cometido en el pasado e incluso llegaron a convertirse en buenos ciudadanos. Anabel se enteró de esto y cada día que pasaba pensaba en los hermanos y en todo lo que habían tenido que pasar por la prueba que les había propuesto.

Mientras cada hermano por separado seguía buscando al cuervo, hasta que un día cada uno pensó que si no lo habían encontrado podía ser porque en realidad lo tuviera el otro.

Llegada a esta conclusión, en parte porque de tanto buscar ya habían perdido la razón de cualquier otra cosa, los hermanos se buscaron y encontraron en medio del bosque que había antes de entrar en la ciudad donde vivía Anabel. Ambos se acusaron de tener el cuervo blanco y al no obtener ninguna respuesta desenvainaron las espadas y se enfrentaron en duelo, los dos eran muy habilidosos y ninguno lograba dar un golpe certero al otro, así que siguieron luchando mucho después de medianoche.

En ese momento Anabel estaba paseando muy cerca de ese lugar, preocupada pensando en los hermanos que habían ocupado ya su mente y su corazón y asegurándose así misma que al día siguiente los buscaría para decirles que no necesitaban seguir con esa absurda prueba, cuando de repente oyó un gran grito, corrió al lugar de donde procedía y ante sus ojos se encontró con la horrible visión de que los hermanos se habían empalado entre sí, en el suelo sólo se podía ver el color de la sangre.

Esa horrible visión la traumatizó, semanas después de que los hubieran enterrado todavía seguía pensando en ellos y que ella era la razón de su muerte. Este pensamiento la enloqueció y por la noche le pareció oír que los hermanos la llamaban, se asomó por la ventana y vio a sus fantasmas que le pedían que se reuniese con ellos, sin dudarlo ni un instante puso el pie en la barandilla de su balcón y saltó.

Al día siguiente la gente del lugar encontró el cuerpo de Anabel sin vida en el suelo y al entrar en su habitación descubrieron que tenía escondido en el fondo de su armario, debajo de una manta, una jaula donde había un cuervo blanco.

José María Borrás 4º A
 
 

UN ABISMO DE OSCURIDAD.
En una habitación oscura, fría, sin ventanas, llena de estanterías con muñecos de mirada perdida, y un techo sin fin, se encontraba una chica llamada Charlotte. La chica no sabía quien era ella misma, pues no recordaba su pasado ni qué hacía en esa habitación. Estaba sola, no sabía si era de día o de noche. No podía salir de aquella habitación ya que no había puertas. Charlotte, pasaba el tiempo sentada en medio de la habitación, mirando al infinito techo, pues deseaba salir de allí.
Un día al despertarse vio que había aparecido una puerta, la chica fue corriendo hacia ella y cuando pasó al otro lado, vio que había más oscuridad. Miró hacia atrás y la puerta había desaparecido. Mientras caminaba por aquel abismo negro, observaba que había tanto mesas y sillas suspendidas en el techo, como relojes marcando infinitas horas. Había más puertas, pero cada vez que atravesaba una, volvía a aparecer en el mismo abismo. De vez en cuando, podía ver que muñecos como los que había en la estantería de la habitación donde había pasado tanto tiempo, corrían deprisa de un lado a otro sin hacer caso a ella. Sentada en mitad de aquel abismo, vio de repente un destello de luz. Charlotte se tapó los ojos, pues no estaba acostumbrada a tanta luz, y cuando aquel destello se apagó, vio a una persona aparecer, era un chico, más o menos de la misma edad que ella. El chico se acercó a Charlotte, quien tenía miedo pero a la vez sentía alegría. Los dos chicos, sentados en el suelo hablaban sin parar, él le contó que no sabía como había llegado hasta allí, que en el lugar donde él vivía había más luz, colores vivos y había más personas como ellos. El chico le prometió que la llevaría con él y que no volvería a estar más sola, pues los dos parecían haberse enamorado. Los dos estaban abrazados y no querían separarse. Charlotte estaba contenta, por fin tenía a alguien con quien hablar, por primera vez había tenido sentimientos, era feliz. Pero de repente el chico empezó a desvanecerse entre sus brazos, aquel abismo empezaba a dar vueltas sobre ella, cada vez más oscuro, Charlotte estaba asustada y cerró los ojos del miedo, cuando los abrió, vio que volvía a encontrarse en aquella habitación fría. Charlotte empezó a llorar, pues tenía miedo, desesperación por no volver a poder salir de aquella habitación, sentía que había sido traicionada porque aquel chico no la había llevado con él, pero aun así deseaba volver a estar abrazada a él, con quien había experimentado ese sentimiento de amor que nunca había sentido antes, necesitaba salir de aquel lugar. Los muñecos de las estanterías empezaron a mirarla y reírse de ella con una risa diabólica. Ella cada vez sentía más miedo y desesperación, no sabía que hacer, no quería volver a estar como antes, como estuvo siempre, pero de repente, ella cayó al suelo y tumbada con lágrimas en su cara pálida, Charlotte, murió de pena en aquel abismo de soledad.
Carolina Martínez de la Torre 4º A



Camina solitario Raúl una noche sin ilusión ni alegría, viendo a lo lejos dos árboles enormes con cuervos en su cima. Tras andar unos cuantos pasos se planta delante de ambos árboles y mira con atención estos negros pájaros, augurios de malos pensamientos. Llega a su cabeza aquel pasado oscuro como las plumas de estos cuervos. Esos padres nunca tenidos, esa familia acabada, esas acciones malignas, esas ganas de acabar con todo, esos cuervos negros como su alma. 
Baja uno de estos cuervos a una piedra cercana a él y le grazna repetidamente, dejándolo enturbiado de pensamiento alguno, negado a oírle se aleja de este, pero el cuervo le persigue. Cansado de esquivarlo se detiene, y este vuelve a posarse cerca de el. Raúl cansado le grita: ! Vete de aquí ! , pero este le ignora mientras se arranca una pluma con su pico dejándola en el suelo, alejándose seguidamente de allí, subiéndose a un palo cercano desde donde observar al muchacho. Raúl se acerca a la pluma, la agarra y empieza a observarla con detenimiento.
Ese negror tan profundo le devuelve otra vez esos pensamientos y le lleva a la locura, grita y se mueve rápidamente de un lado para otro. El cuervo le observa atento, Raúl fuera de sí intenta atraparlo durante varios minutos, pero no lo consigue. Este le grazna repetidamente otra vez, dejando a Raúl mareado. Tal es su mareo y su estado de locura que acaba con su vida arrojándose por el precipicio que hay detrás de los árboles donde se posan los cuervos. Al poco tiempo de arrojarse, llega el cuervo provocador de la desdicha y se posa en el árbol con sus compañeros, empezando todos a graznar sin pausa, celebrando quizás la muerte de aquel muchacho con negra alma como sus plumas.
Álvaro Torres Baeza 4º A


 Ella y las palabras del silencio 

Todo es dolor. Todo es sufrimiento, ¡Oh agonía del eterno silencio! Sin expresión en el rostro cual fría muñeca de porcelana. Sin conocer la alegría a largo plazo, situación comparable a la alegría de la muñeca al ser comprada pero luego es olvidada en la estantería.
Esta muñeca no habla con la boca, habla con la mirada, tiene una mirada triste y penetrante. Ansía la libertad. Quisiera poder moverse y hacer lo que ella quisiera, pero no puede. Quisiera ver mundo pero no se le permite.
A continuación, aparece un niño, un niño pequeño. Pasa en frente del armario y ve la muñeca, siente su mirada. ¿Es su imaginación, o ciertamente la muñeca le mira?, pero la ignora. La ignora ya que a todos cuando vemos estas muñecas, también nos parecen que nos miran aunque no sea así. La ignora, pero cuando vuelve a pasar la segunda vez, vuelve a sentir esa mirada. Cuando se fija bien, la muñeca sonríe maqueavélicamente, pero al niño no le da miedo, siente el ansia de libertad de la pobre, blanca y frágil muñeca de porcelana.
Ésta al ver que su ansia de libertad le da vida y poder de expresión, al no caber en su gozo, da un pequeño saltito. De pronto se vuelve a quedar quieta, inmóvil. El niño la mira extrañado, se asusta y sale corriendo. Y es que la muñeca se ha roto, al dar el brinco se agrieta y fragmenta. Horrorosa imagen. Está rota, pero no padece, padecería en el caso de que se moviese un atisbo. 
Pero no se mueve.  ¿Qué le pasó? ¿Un castigo o una maldición? o ¿Quizás el destino?
No se puede mover, pero llora. La gente no la mueve, para que la pobre muñeca siga sufriendo. Hay días que llora por llorar, no ríe, está triste, llora, sigue llorando y así seguirá hasta que alguien le vuelva hacer reír.
Y es que es cierto que llega el día en el que lloras sólo por llorar, sólo por quedarte a gusto, sólo por quedarte en paz, y sabrías decir porqué.
Lo más lamentable de todo es que es un llanto del que nadie se percibe, un llanto que todo el mundo ignora, un llanto que a nadie le importa.
Mª de Fátima López Blanco


ETERNO SILENCIO

Era un día lluvioso y gélido, la bruma cubría gran parte del pueblo. Las casas, las plazas, todo era devorado por la espesa niebla.
A las afueras del pueblo, en una pequeña colina se erguía una gran mansión. La casa estaba habitada, pero su aspecto era decrépito. Las enredaderas y el musgo cubrían cada uno de los ladrillos de aquellas paredes y los cristales de las ventanas acumulaban polvo y pequeñas gotas de agua.
Allí Vivía Emily, una chica de piel blanca, pelo negro como el carbón y mirada triste; y su marido, un hombre adinerado que poco a poco había gastado su fortuna en vicios.
Desde hacía unos días, Emily apenas comía y tampoco hablaba.Estaba muy preocupada por una nota que recientemente había llegado a la mansión.
La carta estaba dirigida a Emily. En la carta no ponía el nombre del autor, tan solo citaba a Emily en el cementerio a media noche.
Después de cenar, Emily se dirigió hacia su habitación, su marido el señor Roger se fue a su habitación también.Ellos dormían separados, ya que el amor que él sentía por ella no era correspondido, pues este matrimonio era un matrimonio concertado por los padres de Emily.
Cuando el reloj marcaba las doce, Emily salió de la mansión acompañada en todo momento por su pequeño gato negro. Ya estaba en el cementerio. El viento chocaba contra las ramas de los viejos árboles, las tumbas estaban resquebrajadas y mohosas y las verjas yacían torcidas.
De pronto la silueta de un hombre apareció. Era el amante de Emily.Estuvieron conversando hasta que ella decidió volver a la mansión, pero su esposo que la había seguido lleno de celos le asestó una puñalada.
El camino blanco a causa de la nieve pronto se tiñó de rojo, y el gato negro huyó despavorido.
A partir de ese día le sucedieron extraños sucesos al señor Roger, ruidos extraños resonaban en la casa, las sombras de gatos negros se reflejaban en los espejos justo antes de romperse y pesadillas en las que salía la muerte de su esposa presidida por la atenta mirada del pequeño gato negro.
Marta Galindo 4º B


Había una vez una pareja de enamorados llamados Juan y Marta que vivían en un pequeño pueblo llamado Rhatma. En la parte alta del pueblo, no muy lejos de su casa, había un castillo cuya leyenda tenía aterrado a todo el pueblo excepto a Juan
En este castillo vivían un rey y una reina y según cuenta la leyenda, el rey mató a la reina por una infidelidad, el rey mató al resto de las personas que había en el castillo y después se suicidó él. Esto sucedió la noche del 23 de febrero. Desde entonces la leyenda cuenta que todas las noches del 23 de febrero, los esqueletos de los muertos reviven, pero Juan no cree en esta leyenda.
Llegó la noche del 23 de febrero y Juan le propuso a Marta ir al castillo por la noche, pero ella no quería, aun así Juan fue al castillo a comprobar que la leyenda era una farsa, pero Juan no lleva razón y la leyenda resultó ser verdad. Al llegar allí intento escapar, pero ya era tarde, Juan fue asesinado por el rey.
Al día siguiente, Marta se enteró de lo que le había pasado a su pareja y cayó en una profunda depresión. Meses después, Marta fue enterrada, murió de amor. El resto de la población abandonó el pueblo, porque estaban aterrados y se fueron a vivir a la ciudad, donde vivieron más tranquilos y fueron más felices.
Ana López 4º B



Todo por ella. 
Llegó la oscura noche, la luna se hacía más grande por momentos, se podía escuchar perfectamente los aullidos de los lobos y apenas se veía nada. Conforme iba entrando en el pueblo, la niebla se iba haciendo más espesa. Al llegar a la plaza del pueblo,  me llamo mucho la atención una gran cruz de piedra incrustada en  medio de la plaza. Alrededor de esta había casas en ruinas y justo en frente de la cruz una enorme iglesia. Fui llamando puerta por puerta, pero nadie abría. Se podía decir que el pueblo estaba abandonado, cuando de repente la gran puerta de madera de la iglesia se abrió. Una preciosa mujer de pelo oscuro, labios carnosos y piel blanca, salió de ella. Enamorado de su belleza no tardé en correr hacia ella. Quise preguntarle donde estaba la gente, que necesitaba alojarme en algún lado durante unos días, pero cuando me quise dar cuenta la había perdido de vista. Fui detrás de la iglesia buscando a esa bella mujer, y cuando me quise dar cuenta estaba delante de un enorme cementerio. La curiosidad me hizo pasar, y tras un rato, vi el hermoso rostro de esa mujer. Estaba tumbada al lado de una vieja y rota lápida, me acerque rápidamente a ella, la cogí en brazos y la llevé de nuevo al pueblo. Una vez allí empecé a gritar como nunca antes lo había hecho, ella necesitaba ayuda y yo no sabía como ayudarla. Entré a la iglesia, y al no ver a nadie, totalmente desesperado, decidí hacer un pacto con el diablo. Si ella conseguía vivir, yo le entregaría mi alma. Salí lentamente de la iglesia. Todo mi cuerpo empezaba a pesarme, algo tiraba de mí hacia el suelo. Conseguí llegar hasta el cuerpo de la chica, la tomé en brazos y junté sus carnosos labios con los míos. De repente sus bellos ojos verdes me miraron, y yo tranquilo caí desplomado delante de aquella cruz de piedra.
Marina Nieto De Prada 4º B


LA CASA ENCANTADA.
En una noche de invierno, en mitad del bosque, lloviendo, había una chica joven, llamada Jennifer. Estaba corriendo, pero estaba perdida y no sabía a dónde ir. A lo lejos se veía una casa muy grande y vieja, justamente al entrar en la casa se escuchó un golpe muy grande en la planta de arriba. La chica asustada subió sigilosamente por las escaleras, las cuales chirriaban por cada paso que daba. Al subir todo estaba oscuro y no se veía nada, a la derecha, en la pared había un interruptor, lo pulsó varias veces pero la luz no se encendía así que tuvo que ir a oscuras. Llegó a una puerta, la abrió y dentro no había nada, solo una mecedora y un tocador con un muñeco de porcelana en lo alto. Al darse la vuelta se escuchó un ruido y cuando se dio la vuelta el muñeco estaba sentado en la mecedora y se estaba moviendo. De pronto llaman a la puerta de la casa y corriendo Jennifer fue a abrir. Era un hombre.
-Jennifer: Hola, ¿Cómo te llamas?
-Carlos: Me llamo Carlos, ¿y tú?
-Jennifer: Yo me llamo Jennifer. ¿Cómo has llegado hasta aquí?
-Carlos: Estaba perdido en el bosque y vi esta casa a lo lejos.
-Jennifer: Yo también me perdí en el bosque y vine hasta aquí.
-Carlos: ¿Qué casualidad no?
-Jennifer: Sí, demasiada.
Y de repente otra vez se escucha un ruido en la planta de arriba. Jennifer y Carlos subieron y esta vez sí se encendió la luz. Al final del pasillo había una puerta grande y por debajo se veía una luz muy brillante. Jennifer y Carlos fueron a ver que era, cuando llegaron a la habitación ya no estaba esa luz brillante que habían visto. La puerta estaba cerrada y no se podía abrir. Decidieron bajar y sentarse para hablar un poco, pero cuando iban a bajar las escaleras un chirrido de una puerta se escucha. La puerta que estaba cerrada ahora está abierta, y Carlos se dirigió hacia la habitación. Al entrar, la puerta se cerró bruscamente. Pasaron unos minutos y no se escuchaba nada hasta que un grito sobresaltó a Jennifer. Poco después se volvió a abrir la puerta y un chorro de sangre roja y Carlos tirado en el suelo, muerto. Jennifer al verlo salió corriendo de aquel pasillo lleno de sangre y bajó las escaleras hasta la puerta, pero estaba cerrada. Jennifer no sabía lo que hacer para salir de aquella espeluznante casa. Intentó salir por la ventana, pero era demasiado pequeña para salir. Se estaba haciendo de noche y ya casi no se veía nada dentro de la casa. Encendió unas velas y fue para la cocina para ver si había algo de comer, pero no había nada, todo estaba vacío. Se sentó en la silla y poco a poco se iba quedando dormida. Al día siguiente la chica apareció tirada en el suelo del bosque con una manta. No se volvió a saber nada de ella.
Cuenta la leyenda que una vez que entras a esa casa no vuelves a salir.
Antonio Vico Flores 4º A


La Casa De El Pinar.  
Esta historia se remonta a la época de las interminables batallas y duelos a la luz de la luna, cuando el amor, a veces, era solo un juego y dónde los más pasionales amantes cumplían sus deseos.
Nicolás, era hijo de un noble conde de Madrid, llamado Federico Montemar y conocido por su bravería y su gran valor, en cambio Nicolás era esa clase de persona solitaria, que no tenía la verocidad ni braveza que poseía su padre, pero tenía una belleza que llamaba mucho la atención de todas las damas y señoras, puesto que tenía una cabello dorado, como la espigas que crecen en los campos de castellanos, y ondulado formando pequeños caracolillos, una boca rojiza como una pequeña fresa, y una tez redondeada y pálida, con unas pequeñas pecas que le dan un toque especial. Tenía una figura esbelta y lo que más llamaba la atención de él eran sus ojos, de un azul tan clarito que parecían un trocito sacado del propio cielo.Tenía un hermano mayor, llamado Antonio y este se parecía más a su padre, más fuerte y valiente que Nicolás, pero aún así no desprendía la belleza que este tenía y eso le angustiaba por dentro.Nicolás era muy soñador y le encantaba estar siempre solo e inventarse sus propias fantasías. No tenía amigos con los que salir de caza ni con los que piropear a las lindas muchachas, y esto a Catalina, su madre, le preocupaba mucho. Siempre lo veía tan apartado de todo, tan desaparecido en su mundo, a veces, lo veía dialogando solo.
Un noche Nicolás no podía dormir, por más que lo intentase, no dormía y decidió dar un paseo por la ciudad a ver si se despejaba. Al salir, vio una luna tan hermosa y resplandeciente, que hasta le pareció tenerla cerquísima , y esto le daba a la ciudad un brillo que hacia un paisaje que sería digno de uno de los cuadros de Picasso. Tenía ganas de subir a la colina a la cual subía a menudo, para contemplar las estrellas y así lo hizo. Al subir le pareció ver una sombra blanca a lo lejos, que primero le erizó la piel, pero le entró curiosidad y siguió a donde se había ido aquella misteriosa sombra. Llegó hasta tal punto de adentrarse en un lúgubre bosque, donde un búho no hacía más que ulular, lo que le daba a todo un cierto toque terrorífico. Entre aquel bosque había una casa, que parecía que hacía mucho que nadie vivía allí.
Era una casa enorme, con un jardín descuidado y el suelo estaba embarrado, por la tormenta que estalló por la noche. Había una verja algo oxidada y no estaba cerrada, por lo que Nicolás se dispuso a entrar a ver que encontraba allí. La puerta principal estaba cerrada, había una placa que ponía: El Pinar, por lo que tuvo que dar la vuelta para poder entrar por la puerta de atrás. Al entrar notó cierto cosquilleo en su estómago y se le erizó la piel. En el primer piso estaba el comedor, la cocina, un especie de gabinete y lo que antes era un cuarto de baño. Todo esto estaba muy descuidado y parecía que hacía más de 100 años que no vivía nadie allí. Se dispuso a subir arriba a ver que había y así lo hizo. Subió los escalones con mucho cuidado de que alguno se rompiera. Al llegar se le heló la sangre, porque vio aquella sombra blanca de antes, y resultaba ser un espíritu con forma de dama, cuya belleza impresionaba. Una figura esbelta, una cara tan pálida como el mármol y unas facciones que no eran comunes, por lo que el joven se quedó prendado de ella, y en aquel mismo instante se enamoró de ella, sin importarle que fuese un espíritu del más allá. Nicolás le dijo que quién era. Ella se le quedó mirando fijamente unos segundos que se hicieron eternos para él, a lo que le respondió que se llamaba Esmeralda, y que llevaba muerta casi dos años. Fue una muerte súbita, y lo dijo entre lágrimas, a lo que Nicolás le dijo que no creía lo que estaban viendo sus ojos. Ella le contestó que lo llevaba viendo durante unos días y que le parecía increíble su belleza. Esa noche se quedaron hablando de sus respectivas vidas, y de las diferencias entre ellas, ya que a Nicolás no le faltaba de nada, pero aún así se sentía vacío, y Esmeralda nunca tuvo lo que quería , pero ella era felíz con lo poquito que tenía. Al amanecer Nicolás llegó a su casa, y menos mal que todo estaban durmiendo todavía. Había quedado en ir a verla esa noche otra vez, por lo que tendría que descansar para estar fresco por la noche. Durmió hasta las tres de la tarde y comió algo vagamente, y se fue a dar un paseo por los jardines de su cada. Ni un instante dejó de pensar en ella, ni en lo extraordinaria que era aquella muchacha de mirada perdida.
Estuvieron viéndose por la noche durante más de tres semanas, y cada vez se querían más y más, hasta que una noche ella le dijo con lágrimas en los ojos que le faltaba poco tiempo para dejar aquel mundo e irse al de los muertos. A él le costó asimilarlo, y salió de allí corriendo. No quería verla, estaba enfadado, enfadado con el mundo , consigo mismo, estaba muy enfadado y rabioso, pero luego se puso a llorar , a llorar como nunca antes lo había echo, volvió a su casa, pero no pudo pegar ojo pensando en ella, que ya no la podría ver y solo se le ocurrió una solución, y decidió hacerla. Primero escribió una nota, la cual metió en un sobre y la dejó en el gabinete de su padre y cogió un frasco que nunca pensó que le haría falta. Se fue de su casa y llegó hasta donde se encontraba Esmeralda, y allí le dijo que si ella se iba, él se iría con ella, y esta le dijo que no, que no lo hiciese. Ella no quería, pero tampoco quería abandonarlo, mientras lo decía se fue desvaneciendo y le decía que se iba , que ella también lo amaba que no se olvidaría nunca de él. Él abrió la botella de veneno y se lo tragó todo . Mientras el alma del joven se iba de aquel mundo, a Federico de Montemar se le estaba partiendo el alma al leer aquella carta.
Kawtar Sabir 4º B

 

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