Mensaje de Bienvenida

¡Hola a todos!

Iniciamos esta nueva aventura acompañados de dos grandes amigas que iremos conociendo a lo largo del curso. ¿Os las presento?. Son Lengua y Literatura. Lo primero que haremos, además de aprender muchas cosas, es personificarlas.
¿ Recordáis lo que era una personificación?...

05 octubre 2010

Somos escritores

¡Hola Chicos!
Comenzamos nuestras secciones del blog. Ya sabéis que seleccionáis en clase los textos (narativos, descriptivos, etc.) que vayáis elaborando. Estamos trabajando ahora los textos narrativos, así que aquí tenéis a nuestros escritores de este mes.
Por cierto, Lengua y Literatura las están leyendo. Me han comentado que hay "calidad narrativa" y que estáis siendo muy responsables en vuestras elecciones.
¡Muy buenos vuestros trabajos¡

....Pero, ¿Quiénes son estos duendecillos?....

¡Ah! vienen del mundo de Fantasía a leer vuestras narraciones....


Un día por la mañana, Juan salió a dar un paseo por el campo. Era una mañana gris y el cielo estaba cubierto de densas nubes que amenazaban tormenta, pero nada de esto le importaba a Juan, porque lo que más le gustaba era caminar bajo la lluvia y empaparse con el agua limpia y cristalina que caía del cielo.

No había pasado un cuarto de hora desde que empezó su paseo, cuando un gran rayo iluminó el cielo y esclareció el día como si del más soleado se tratase, tras esto prosiguió el ruido del estruendoso trueno. Juan se alegró porque era inminente que comenzase a llover, no pensó lo mismo aquella que estaba refugiada bajo un árbol del parque.

Aquella chiquilla era de estatura baja, aparentaba unos cinco años y parecía perdida, Juan se acerco y le dijo:

- ¿Qué te ocurre? ¿Estás perdida?- pregunto Juan.

La niña sollozando le respondió.

- Mi madre me ha dicho que iba a traer la merienda pero ha empezado a llover y aún no ha llegado…uumm ¡tengo miedo!

Juan, con un gesto tierno, la cogió de la mano y la acompañó hasta el coche en donde su madre intentaba reponerse de una torcedura de tobillo que le impedía andar.

- ¡Oh, gracias, muchas gracias! Decía la señora con los ojos llenos de alegría, a pesar de su dolor, cuando los vio al principio de la calle.

Juan ayudo a la señora a llegar a su casa y pensó que había sido un día maravilloso porque su paseo se había convertido en una buena obra.

José María Torres Girón (1º A)




Estaban en el desierto, él y ella, ella y él. Sentían sólo calor, como si los estuvieran quemando en un abrasador gigante. Desorientados no querían mirar atrás, porque si miraban, sentían más calor, al ver sus huellas que no se despegaban de ellos y nunca terminar de pisar arena.

Carlos era un niño alegre pero muy inquieto, y entonces se puso a pensar en cómo salir de la caja de arena. Con gotas de sudor por la cara, el pelo mojado y la camisa igual, sólo pensaba en sobrevivir. Su amiga, Laura, echaba de menos a su familia. Ella, igual que Carlos, pensaba en sobrevivir y que la rescataran. Laura era simpática, alegre y sobre todo cariñosa. A casi todos les gustaba su forma de ser y sus características físicas.

Sin fuerzas para seguir continuando, Carlos paró de andar, se echó la mano a la frente y parecía como si avistara algo. Laura pensó que tal vez había visto una señal de vida y no dudó en preguntar:

-Carlos, ¿qué pasa?
y le dijo:

-Creo que veo algo.

Laura preguntó:

-¿Qué?.

Él le respondió:

-Mira, ves ese punto negro al fondo, en el cielo.-Dijo

-Pues yo no veo nada.

Carlos percibió algo por sus sentidos y le dijo:

-Escucha bien. Exacto. Sí, se oía algo, al fondo como...¡un helicóptero! Cada vez se veía más cerca y le dijo Carlos a Laura exhausto:

-¡Sí! ¡Estamos salvados!, y le dio un abrazo.

Después de rescatarles, en el helicóptero, se sentían alegres y lloraron de felicidad.

Gisell García (1º A)


Aquella noche se me hizo eterna, le daba vueltas a la cabeza pensando en qué me tendría que decir al día siguiente. Por fin amaneció, me desperté , y me fui para el instituto. De camino no dejaba de pensar en qué podía suceder ese día. Yo sabía que él siempre llegaba tarde, por eso me apresuré, para que no me pudiera encontrar con él por el camino. Miraba de un lado a otro hasta que llegué. Él no estaba. Pasaron las horas y él no vino ese día. Por la tarde recibí un mensaje. Era de él, me decía: " A las 6 en la Plaza del Sol ". Borré el mensaje inmediatamente, no quería ir, pero a la misma vez sí.¿Qué me pasaba?
Eran ya las 17:30, al final decidí ir, necesitaba acabar ya con esto.
Eran las 17:50 y ya me dirigía hacía allí, cuando llegué no había nadie, me quedé esperando en el banco como una tonta porque creía que no iba a venir, pero cuando menos me lo esperaba, apareció, me tapó los ojos y me susurró al oído : " Te quiero ". Me levanté y le dije: "Eso ya lo había oído antes" , ¿Para qué querías que viniera? , le dije.
-Quiero hablar contigo, quería decirte que te quiero y también te quería decir…
Se quedó parado y sin decir nada. Me temía lo peor
-¿Qué me querías decir?- le pregunté.
Seguía sin hablar y a los pocos segundos me dijo : "¿Quieres salir conmigo?"
Me quedé blanca y sin saber qué decir.
Aunque la cabeza me decía que no, el corazón me decía que sí, Le dije :"Lo siento, pero no puede ser.
En ese momento salí corriendo de ese lugar y empezó a llover.
Me gritaba: "¡Paula, por favor no te vayas!"
No le hice caso, seguí corriendo hasta que encontré un porche, en el cual me quedé hasta que dejó de llover. Por suerte, cuando llegué a mí casa, mis padres no estaban. Me cambié de ropa y me puse a ver la tele, que era lo único que me distraía un poco.

Al día siguiente en clase no nos dirigimos la palabra, ni una sola mirada, me sentía culpable, pero no sé por qué, al fin y al cabo había hecho lo que era mejor para mí.
No pasaron ni dos semanas y ya había oído rumores de que estaba saliendo con otra chica, yo no me lo creía hasta que no lo viera con mis propios ojos.
Ese mismo fin de semana salí con mis amigas y los vimos, ella era alta, delgada, melena larga y oscura y por lo que me habían contado era bastante simpática. Ahí me di cuenta de que no me habían mentido, pero en el fondo me alegraba por él.

María García López (3º B)


Escondí mi rostro, hasta la nariz, en la bufanda nueva que mis padres me habían regalado por mi cumpleaños. Dicen que soy muy quejica con respecto al frío, pero es algo natural en pleno invierno. Aligeré algo mi pausado caminar, debía llegar a tiempo a la cita, aunque algo me decía que debía girar sobre mis talones y recorrer de vuelta el camino ya andado. Pero él me había reunido en el parque por algo importante así que no debía faltar, aunque ganas no me faltaban.

Prefería estar durmiendo, calentita, debajo de mis gruesas sábanas en vez de estar andado bajo la madrugada de Enero en el gélido lugar que es París, sobre todo porque no me gusta el frío.

El sol todavía no se había asomado por el horizonte para darme algo de calor, cosa que maldecía en mis adentros.

No hace muchos días recuerdo el estar abrazada entre este frío que calaba mis huesos, prefería estar entre sus brazos que indefensa entre el gélido aire invernal. O como esa tarde donde el sol se escondió viendo como dos jóvenes enamorados se conocían entre frase y frase.

Suspiré para ver como parte del aire de la madrugada se materializaba para mostrarse en forma de vaho ante mis claros ojos azules. Agaché la mirada algo decaída.

Tal vez quería decirme que ya no me quería o, tal vez, que me dejaba por otra chica menos torpe, imprudente, niña e insegura. Una chica alta, rubia, ojos de infarto y de su edad. Puede que me deje por tener menos edad que él, alguien que tuviera sus hermosos veintidós años.

El miedo invadió mi cuerpo sin avisar causando cierto temblor en mis piernas y en mis brazos.

Nerviosa, retiré ese mechón de mi flequillo castaño que siempre se escapaba cuando lo recogía con una horquilla. Nunca me había planteado que el cuento de hadas de los que tanto había leído de pequeña se terminara. Nunca me había planteado, ni siquiera pensado, que la diferencia de edad pudiera ser importante. Pero, claro está, tampoco me había planteado enamorarme de él.

Entre divagaciones y miedos llegué al citado parque donde lo encontré mirando al azul cielo que se exponía, majestuoso, por encima de nuestras cabezas. El frío aire revolvía su hermoso cabello dorado y revuelto.

Tragué saliva.

Algo en mí sabía que todo había sido demasiado bonito para ser real. Me aclaré la garganta para que sus hermosas esmeraldas se posaran en mí. Una sonrisa traviesa se escapó por sus labios.

-Hola-susurré con voz ahogada. Por muy bello que estuviera aún tenía miedo por saber lo que me iba a decir.

-Hola-respondió su aterciopelada y suave voz, la cual me había enamorado perdidamente, con cierto acento francés.

El tajante silencio que se formó después me hizo volver a tener ganas de correr y esconderme en la oscuridad de mi habitación bajo las cálidas sábanas que mis padres compraron expresamente para que yo no pasara frío.

Tenía miedo, quería escapar.

-¿Qué pasa, David?- me atreví a preguntar con voz quebrada y volviendo a poner el mechón de cabello detrás de mi oreja.

-Esta noche no he podido dormir, estaba pensando en todo lo que hemos vivido y…

-¿Y?-exigí expectante con los nervios a flor de piel.

Calló dudando en seguir hablando o quedarse callado, fue entonces cuando choqué con la cruda realidad en un golpe seco. Agaché mi cabeza para que no viera como las lágrimas traicioneras querían salir de mis ojos.

-Alicia-me llamó cuando vio que una lágrima recorría mis sonrojadas mejillas, gracias al gélido frío de invierno.

-Lo siento-me disculpé lastimeramente.

-¿Pero qué…?

-Siento no haber sido la chica perfecta como tu querías-le interrumpí. No quería escucharlo.

-¿Qué estás diciendo?. Eres perfecta, Alicia. Yo te había llamado para preguntarte si…

-¡No quiero que me dejes!- le grité alzando mi cabeza causando que las lágrimas rebosaran en mis ojos y cayeran, rápidamente, por mis mejillas para morir en mi barbilla. Me abracé a mí misma para opacar, algo, el frío que tenía.

Sus hermosos ojos verdes se abrieron de par en par mostrando que estaba asombrado. Tal vez no se esperaba que le dijera eso, tal vez pensaría que le dejaría escapar fácilmente, pero estaba equivocado. Después de todo no lo dejaría tan fácilmente.

-Alicia yo no quiero dejarte- aseguró acortando algo la distancia que nos separaba la cual, para mí, eran mil años luz. Negué con la cabeza para darle a entender que no le creía- Es cierto-prometió- Después de todo lo que hemos pasado yo quería preguntarte si querías salir conmigo ya que, aunque yo sé que me quieres, nunca te lo dije formalmente.

Esta vez fui yo la que abrió los ojos como platos. Había dudado para nada. Él me quería a pesar de ser una niña insegura, infantil y cabezota. Me quería a pesar de que nos separaran más de seis años de diferencia.

-¿Qué?-pregunté incrédula mirando como sus hermosos ojos verdes brillaban de alegría.

-¿Quieres ser mi novia, Alicia?-volvió a repetir tiernamente.

Esta vez lágrimas de felicidad cayeron por mis mejillas. Asentí lentamente ya que no me salía la voz.

A pesar de todo estoy enamorada de él y él de mí.

Noelia Hernández (3ºB)



5 comentarios :

  1. Historias encantadoras.

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  2. Esa imagen de la lágrima, me trae algún que otro recuerdo …

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  3. Cristina! =)8/10/10 16:14

    ¡Hola Coral! ya llevaba mucho tiempo sin comentarte en tu blog, así que ya me toca! bueno, solo decirte que el blog es estupendo y me encanta, aunque claro, ¿cómo va a ser el blog sino? es igual de estupendo que su creadora! =)
    ¡Besos!

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  4. lidia cruz vargas7/11/10 11:29

    me ha gustado mucho la historia de la lágrima,es muy bonito.

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  5. Anabel Esteban 1ºA28/4/11 22:15

    ¡Hola Coral!las historias son fabulosas me encanta sigue así y nunca dejes el blog estés donde estés...Besos Coral.

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